“No tires las cartas de amor/ Ellas no te abandonarán” escribe el poeta Joan Margarit.

Por San Valentín resuenan estos versos con fuerza porque en algún momento de nuestra vida todos hemos escrito o imaginado escribir una o muchas cartas de amor. También ahora que parece que las redes nos las dan escritas y solo tenemos que cortar y pegar o dar a enviar.

Quizá en estos tiempos en que todo se ha teñido de gris y que hace frío encontremos consuelo en la emoción de abrir un sobre y leer (ver la letra) de una persona a la que queremos.

Mis alumnos de 4º me han propuesto escribir cartas de amor por San Valentín, algo que hace tiempo que había dado por acabado. Sin embargo, su propuesta la he acogido y vamos a llevarla a cabo. Vamos a escribir cartas de amor, de amistad, de afecto. Las vamos a depositar en un buzón en Consejería y luego las repartiremos a sus destinatarios.

En la historia de la Literatura española hay muchas cartas de amor. Voy a elegir para comentar la carta de Don Quijote a Dulcinea del Toboso.

Cervantes nos detalla que Don Quijote se retiró a un lugar y con sosiego comenzó a escribir la carta. Considero importante el clima para la escritura: lugar reservado, intimidad, tiempo y calma.

La carta de Don Quijote sigue el modelo de escritura de cartas de los libros de caballería, porque Alonso Quijano se cree caballero andante. Y para escribir había modelos de cartas, puede que ahora nos falten modelos a imitar.

Aldonza Lorenzo pasa en la carta de Don Quijote a llamarse Dulcinea y recibe el tratamiento de “Soberana y alta señora” y aunque Alonso Quijano sigue un modelo de carta, se atreve a personalizar la suya con expresiones como “dulcísima Dulcinea del Toboso”. Y ahí expresar su adoración por ella. Se declara “herido de amor”, falto de salud y le pide que lo acoja; si bien es cierto que no confía en ello, por lo que termina la carta con una expresión propia de Alonso Quijano: “haz lo que te viniere en gusto”.

Dice Roland Barthes en Fragmentos del discurso amoroso que la carta, para el enamorado, no tiene valor táctico, es puramente expresiva. Interesante esta matización, por lo que una carta de amor siempre espera respuesta.

La firma de la carta es importante, de nuevo la letra del enamorado y su forma de presentarse ante el otro. Alonso Quijano firma como El Caballero de la Triste Figura, apodo o sobrenombre que le puso Sancho.

La carta quiere Don Quijote, como recordareis, que Sancho la aprenda de memoria; sin embargo, Sancho no confía en poder recordarla y le ruega que la escriba, pero que con gusto la oirá.

Las cartas eran leídas porque se consideraban un ejercicio literario y porque a veces el destinatario no sabía leer y precisaba que alguien se la leyera. Al oírla, Sancho reconoce con palabras de admiración la carta de Don Quijote: “¡Pesía mí, y cómo que le dice vuestra merced ahí todo cuanto quiere, y qué bien que encaja en la firma El caballero de la triste figura.”

Sabemos que Sancho pierde la carta y cuando quiere recordarla la deforma y la convierte en una carta paródica: “alta y sobajada señora”, “llagado y falto de sueño”. Solo queda inalterado el final : “Vuestro hasta la muerte el Caballero de la Triste Figura”.

La carta de Don Quijote no llegará nunca a su destinataria, porque Dulcinea no existe más que en la imaginación del caballero.

Esperemos que las cartas de nuestros alumnos encuentren respuesta .

Cristina Alonso Maeso

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